El Cripto arte: de la precarización de la imagen a la especulación financiera


Anteriormente, la posibilidad de experimentar una obra de arte era mucho más difícil, limitada y exclusiva, por lo que implicaba un gran desplazamiento para acceder a ella. Sin embargo, gracias a las nuevas tecnologías y a la globalización, estas distancias se han ido acortando progresivamente y la experiencia con el hecho creativo, se ha vuelto más intangible, inmediata y accesible. 

Asimismo, con la llegada del internet, se ha visto una sobresaturación de la imágen, que se ha viralizado y agotado gradualmente, debido a su fácil proliferación que eventualmente termina por banalizarla. Por otra parte, la acción de copiar, pegar, enviar, reproducir y descargar datos ilimitadamente ha desembocado en una pregunta acerca del autor y el dueño de la imagen, transformando así la relación tradicional entre artista, obra y espectador. Este problema es parcialmente abordado por el cripto arte, también conocido como rare digital art,  el cual compete a una  forma de crear y vender arte en un ecosistema digital de comercialización de experiencias estéticas que usa la tecnología blockchain, para garantizar la propiedad intelectual de un archivo digital. Gracias a un certificado de autenticidad llamado NFT, que en inglés se le conoce como Non Fungible Token, los archivos que se venden no se pueden copiar, son limitados, originales y le pertenecen a la persona que los compra. 

Al respecto, surge la pregunta ¿Cómo ha afectado dicha tecnología al mercado del arte y a la experiencia estética con la imagen? En primer término, se redujo la intermediación entre el artista, galería, comprador y espectador, lo que ha propiciado un mayor intercambio de imágenes, democratizando la experiencia estética debido a que cualquier persona con un dispositivo conectado a internet puede acceder a esta tecnología y las piezas que en ella circulan. De igual modo,  se profundizaron los rasgos del capitalismo financiero en el mercado del arte,  induciendo a una mayor especulación y volatilidad que aún no permite afianzar del todo a esta tecnología como contenedora de la experiencia estética. 

Cabe mencionar con ello al premio Nobel de economía Robert J. Shiller (2005), quien define en su libro Irrational Exuberance el concepto de burbuja, usado en el mercado creativo como “burbuja del arte”. Este acontecimiento de especulación financiera de un producto es fomentado por las noticias y las masas, que hacen que se aumenten los precios y se estimule a los inversionistas. Una forma que es usada para propagar el interés por la compra de ciertos productos, en este caso imágenes, y  justificar con ello el aumento de los precios para generar un fenómeno viral basado en el entusiasmo y la espontaneidad de los inversores. 

Por otro lado, gracias a las tecnologías de código abierto recogidas en las plataformas de cripto arte, que en apariencia son inmediatas y accesibles, el espectador puede apreciar un banco de imágenes, pero no puede disponer libremente de estas como propias. Esto debido a que cada artista al crear un NFT le da valor a su obra, la cual se sube a unos marketplaces donde se comercializan a través de monedas, el Ether y  el bitcoin, que al encontrarse desvinculadas de las entidades bancarias y gubernamentales, permiten hacer transacciones de manera privada y con códigos abiertos a nivel global. 

Esta proliferación y viralización de la experiencia estética ha puesto a disposición de todo el mundo la imágen, haciéndola por un lado accesible a las masas y por el otro, suscitando un nuevo fenómeno, la compra del archivo original por parte de los coleccionistas de cripto arte. A su vez, este nuevo mercado  transpola la lógica del sistema financiero al mercado del arte, jugando con la especulación por poseer lo intangible. ¿Por qué alguien compraría una imagen en JPG? Gracias al Blockchain los artistas autentican sus imágenes, las sellan y  certifican, creando paradójicamente una escasez de la imágen digital en contextos donde ésta debería proliferar. Asimismo, esta lógica de especulación y consumo, tiende a difuminar la experiencia estética al verse ésta supeditada a la sensación de estatus que se desprende del poseer la imagen. La precarización sería entonces, apenas una de las irónicas consecuencias de las nuevas formas de producción y circulación artística, donde no solamente el artista asume la responsabilidad de ser un “empresario de sì”, sino que la búsqueda de estatus a través de la imagen plantea el riesgo de inducir a la banalidad y al fetiche.

Si bien, acceder a esta tecnología y forma de crear es mucho más fácil y rápida, representa un gran reto para los artistas el pensar y abordar el  hecho creativo, dado que la imagen al desterritorializarse, entra a dialogar y a circular en un mercado con estéticas y valores globalizados y hegemónicos. Es así que,  se hace indispensable el valor de la crítica en este medio, para construir una cultura visual mayormente consciente con la imagen y con el contenido que en ella circula.

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